Tipo B

Una vez me llevaron al médico pues tenía ojeras.

Me preguntaron cosas, llené unos cuestionarios, hice dibujitos y me pusieron un diapazón en la frente y me preguntaron que sentía. Yo dije que una vibración pues eso era lo que debía decir, pero yo lo que sentía era el frío del metal rozándome la frente, una nota en espiral intensa e infinita que se deslizaba por mi médula mientras me perdía en lo blanco del delantal de la doctora.

Luego me dijeron que era una persona tipo B, no lo tomé muy bien. No sabía bien que era ser del tipo B, pero seguro -pensé- era mejor ser A.

Luego me explicaron que las personas del tipo B son aquellas que se desenvuelven mejor (funcionan mejor) de noche, pues la luz del sol y la de la luna influye en ellos de distintas maneras.

Ah, bueno – repliqué cuando me lo explicaron.

Entonces trataron de hacerme persona tipo A. Que no sé si es mejor o peor, pero parece que a esas, a las tipo A, no les hacen tantas preguntas en las entrevistas de trabajo.

B+

Pero bueno, yo sigo siendo B.

Pero con tanta luz a las personas del tipo B no les queda mucho que hacer.

Será por eso que me la paso mirando al techo en blanco.

Mirando las nubes que esconden dragones y dinosaurios.

Caminando en vano.

Repitiéndome palabras en la mente para no olvidarlas pero luego las olvido.

Perdiéndome en lo oscuro de mis ojeras.

Contando los autos rojos, midiendo el tiempo entre las luces de los semáforos, tomando nota de lo absurdo, inventariando lo imaginado.

Me la paso en cualquier parte, menos conmigo.

Por eso escribo.

 

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